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Jesús extendió la mano y lo tocó.

—Sí quiero—dijo—. ¡Queda sano!

Al instante, la lepra desapareció.

—No se lo cuentes a nadie—le dijo Jesús—. En cambio, preséntate ante el sacerdote y deja que te examine. Lleva contigo la ofrenda que exige la ley de Moisés a los que son sanados de lepra.[a] Esto será un testimonio público de que has quedado limpio.

La fe de un oficial romano

Cuando Jesús regresó a Capernaúm, un oficial romano[b] se le acercó y le rogó:

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Footnotes

  1. 8:4 Ver Lv 14:2-32.
  2. 8:5 En griego un centurión; similar en 8:8, 13.

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